La civilización maya, que se desarrolló en lo que hoy es México, Belice, Guatemala, Honduras y El Salvador desde el 2000 a.C. hasta la conquista española en el siglo XVI, es una de las más fascinantes de la historia de la humanidad. Los mayas lograron importantes avances en ciencias como la astronomía, las matemáticas y la medicina, y dejaron un legado cultural que ha influenciado a muchas generaciones posteriores. Pero el legado maya no se limita a las artes y las ciencias, también ha dejado huella en la geografía actual de la región donde se asentaron.
Los mayas vivían en una zona que combinaba selva tropical, tierras bajas y montañas, y que abarcaba aproximadamente 350.000 km². Esta región, que se extiende desde la Península de Yucatán en México hasta la costa del Pacífico en Guatemala, Honduras y El Salvador, es conocida como la Mesoamérica Maya. Se trata de una zona con una enorme biodiversidad, que incluye especies animales y vegetales únicas en el mundo.
Una de las características más notables de la geografía maya es la importancia que se le daba al agua. La mayor parte de las ciudades mayas fueron construidas cerca de ríos, lagunas o cenotes, y se sabe que los mayas desarrollaron una compleja red de acueductos para transportar agua potable y desagües para drenar las ciudades en épocas de lluvias intensas. Además, la red de canales y ríos permitía la navegación por todo el territorio y era utilizada para transportar bienes y personas.
La Mesoamérica Maya es una de las zonas más fértiles de la Tierra, gracias a la abundante precipitación y a la compleja red de ríos que permitía el riego de los campos. Los mayas desarrollaron un complejo sistema de cultivos que incluía el uso de terrazas, drenajes y canales para aprovechar al máximo las condiciones climáticas de la región. Los cultivos más importantes eran el maíz, el frijol y la calabaza, pero también se cultivaban muchas otras especies vegetales y frutales.
Las ciudades mayas eran verdaderas obras de arte de la arquitectura y la planificación urbana. Según los expertos, algunas de ellas superaban en tamaño a las ciudades europeas de la época, como Londres o París. Las mayores ciudades mayas eran Tikal, Copán y Chichén Itzá, y destacaban por sus impresionantes templos, palacios, plazas y acueductos. A estas ciudades se desplazaba gente de todas las clases sociales para realizar intercambio comercial, social y religioso.
A pesar de su gran impacto en la flora y fauna de la región, los mayas también se destacaron por su compromiso con la conservación del medio ambiente. Sus cultivos eran orgánicos y no utilizaban pesticidas ni herbicidas, y su sistema de cultivos rotativos permitía descansar el suelo y conservar su fertilidad. Además, los mayas utilizaban los recursos naturales de manera sostenible, respetando los ciclos de la naturaleza y evitando la contaminación.
El legado maya en la geografía actual es innegable. Los mayas vivieron en una zona con una enorme biodiversidad, que ellos supieron aprovechar y conservar a lo largo de siglos de historia. Su sistema de acueductos, el desarrollo de la agricultura y la construcción de ciudades impresionantes son solo algunas de las muestras de su gran capacidad para adaptarse a su entorno y hacerlo prosperar. Los mayas nos dejaron un legado cultural inigualable, pero también una visión del mundo que nos invita a aprender de la naturaleza y a utilizar sus recursos de manera sostenible.